AQUEL
Este que me has hecho ya debía yo haberlo anticipado… aunque para ser fiel a la verdad, no podía imaginar tal respuesta de tu parte. Tal vez haya sido llegar demasiado lejos –ni siquiera debí haberme rebajado a tal extremo- pero la necesidad de verte otra vez, y otra vez poder tenerte entre mis brazos después de tanto tiempo, me hicieron actuar de esta forma tonta.
Hoy, sabiendo el lugar por el que normalmente regresas a tu casa, salí a la calle buscando encontrarme contigo… es increíble que tanto te haya buscado que hasta conozca tus lugares frecuentes, casi es como si te hubieras convertido en mi obsesión. No me costo dar contigo, a los pocos minutos de entretenerme fingiendo observar cualquier tontería en las tiendas pude verte venir calle abajo. Yo sé que tu también me viste pero pasaste a mi lado como si solamente fuera un fantasma invisible a los ojos humanos. ¿Cómo pudiste atreverte? Yo sé que ahora, con esas nuevas amistades tuyas que presumen de ser mejores personas que nosotros, has cambiado mucho; sé que ya no frecuentas aquellos lugares donde antes nos veíamos con tanta frecuencia, pero no pensé que llegaras a ignorarme de esta manera. Sin embargo, yo en mi necedad no pude quedarme allí plantada, salí de nuevo en busca de tu encuentro… no ibas a ignorarme dos veces seguidas.
Casi corriendo y a riesgo de tropezar al caminar así entre las calles, salí a tu encuentro por segunda vez y segunda vez me pasaste de largo… es como si ni siquiera hubieras notado que yo estaba frente a ti. No podía se esto, ahora no estaba dispuesta a esperar que me hablaras… ahora no ibas a evitarme.
Te alcance cuando casi llegabas a tu casa y parándome frente a ti te dije como una tonta: “¿Me recuerdas? Yo soy aquella.” Y tu, tan calmado como siempre, pronunciaste aquellas palabras que, rompiéndome el corazón, finalmente me hicieron comprender: “Si, pero yo ya no soy aquel.”
Gabriel Leal
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